Algunos descubrieron que si juntaban sus cuerpos y permanecían unidos, mantenían el calor corporal. Los que estaban en los extremos, se turnaban con los que estaban en el centro y así muchos lograron sobrevivir durante ese gélido periodo.
Pero los erizos lo tuvieron más difícil. Al juntar sus cuerpos, sus espinas se clavaban en los cuerpos de sus iguales, así que algunos al no soportar las heridas, decidían separarse y alejarse y a los pocos metros morían congelados.
Sólo aquellos que conseguían acercarse con cuidado para acomodar sus espinas delicadamente en el cuerpo de su compañero y soportando la presión sobre la piel de las espinas del otro conseguían sobrevivir. Era extremadamente difícil no arañar o clavar las espinas en esa situación. Cada vez que debían intercambiar posiciones en condiciones extremas de cansancio y hambruna era fácil perder la paciencia y hacer algún movimiento brusco que dañase al erizo más cercano o incluso a todos.
Los erizos más rudos, debieron pulir sus formas y quienes eran demasiado irascibles o nerviosos debieron adaptarse. Muchos no lo lograron y sus cuerpos yacían inertes no demasiado lejos del resto del grupo.
Sólo aquellos que aceptaron las espinas de los demás y aprendieron que cada movimiento podía dañar a los compañeros más cercanos consiguieron mantener el calor conjunto y la convivencia necesaria para sobrevivir a la pequeña glaciación.
Pero los erizos lo tuvieron más difícil. Al juntar sus cuerpos, sus espinas se clavaban en los cuerpos de sus iguales, así que algunos al no soportar las heridas, decidían separarse y alejarse y a los pocos metros morían congelados.
Sólo aquellos que conseguían acercarse con cuidado para acomodar sus espinas delicadamente en el cuerpo de su compañero y soportando la presión sobre la piel de las espinas del otro conseguían sobrevivir. Era extremadamente difícil no arañar o clavar las espinas en esa situación. Cada vez que debían intercambiar posiciones en condiciones extremas de cansancio y hambruna era fácil perder la paciencia y hacer algún movimiento brusco que dañase al erizo más cercano o incluso a todos.
Los erizos más rudos, debieron pulir sus formas y quienes eran demasiado irascibles o nerviosos debieron adaptarse. Muchos no lo lograron y sus cuerpos yacían inertes no demasiado lejos del resto del grupo.
Sólo aquellos que aceptaron las espinas de los demás y aprendieron que cada movimiento podía dañar a los compañeros más cercanos consiguieron mantener el calor conjunto y la convivencia necesaria para sobrevivir a la pequeña glaciación.
Comentaris
Es un bello cuento... :)
Gracias