Personas con sistema de representación predominantemente racional

Las personas que hemos desarrollado un patrón predominantemente racional para explicar y entender el mundo y la vida nos hallamos frecuentemente ante la tesitura de no disponer de recursos que nos resulten cómodos para entender ciertas cosas.

Si os movéis en el plano racional y queréis encontrar una definición o experiencia que os ayude a salir de ese paradigma que os martiriza, en este post, no la vais a encontrar. Defino algunas aproximaciones para ofrecer pistas a quienes se encuentren en procesos de identificación y evolución similares.

Voy a poner ejemplos un poco estereotipados para exagerar y dar a entender lo que quiero decir cuando hablo de nadar en un paradigma eminentemente racional. Lo abordo desde dos enfoques diferentes.


Enfoque deductivo 

Conocemos una persona que nos llama la atención. Habla de sostenibilidad, de coaching, temas que, a priori, nos interesan. Pero su imagen y su expresión corporal no concuerda con lo que explica, nos habla de sostenibilidad y lleva ropa cara, nos habla de coaching y no para de hablar por los descosidos sin escuchar ni pararse a recibir algún signo de retroalimentación. 

En base a experiencias pasadas (deducción) con otras personas y situaciones, sabemos que esas personas suelen ser engañosas. Así que una vez clasificada en la categoría engañosas, lo que diga o exprese, ya ha perdido interés. Ya sabemos el mensaje y lo que podemos esperar de ese tipo de persona. Así que esa persona pasa a la categoría "no interesante". 

Enfoque inductivo:

Tenemos la misma situación. Conocemos a una persona que nos llama la atención. Habla de temas que nos interesan y aunque su imagen y su lenguaje no concuerda con lo que explica, vivimos la experiencia. Olvidamos experiencias pasadas y nos damos la oportunidad de escuchar y de compartir con esa persona ese momento y lo que nos dice.

Vivimos la experiencia y después la describimos y clasificamos en nuestro sistema de categorías.

Analizando, sintentizando y coleccionando

Desde el enfoque deductivo, cerramos la oportunidad de vivir la experiencia antes de vivirla. Desde el enfoque inductivo, nos damos la oportunidad de la sorpresa. Aunque en apariencia la segunda opción es mucho más beneficiosa, sigue siendo insatisfactoria, porque una vez clasificada se requiere una nueva experiencia para sintetizar. Tanto un tipo de racionalidad como la otra nos conduce irremediablemente al consumo de experiencias para clasificar. Cada vez se requiere que sean más innovadoras para dar estímulo y sorprender a nuestra mente. Lo que ya ha sido clasificado es aburrido, el aburrimiento se produce ante la acumulación de experiencias catalogadas hasta conducir al tedio.

Disección

Aquello que no podemos describir con el lenguaje deja de existir. Aunque en realidad no es así. Lo que no podemos describir con lenguaje es en realidad la sorpresa, es aquello que estimula, es lo que escapa del patrón parametrizado de las mentes (utilizo mente de forma expresa) racionales.

Si aparece alguna sorpresa y partimos del enfoque deductivo, no tardaremos en encontrar alguna otra experiencia pasada con ciertas similitudes para clasificarla. Si partimos del enfoque inductivo, quizás nos dejaremos sorprender hasta que la situación nos incomode. En ese caso, la disecamos y sintetizamos para volver a archivarla.

Pero, en realidad, lo que está disecado es algo que se escapa de la razón y que nos expone en una zona incómoda, de nuevo utilizaré un ejemplo que a mí me sirve para entender:

Conocemos a alguien que nos interesa y nos atrae y, de repente sentimos algo por esa persona. Algo que podemos explicar, incluso podemos reconocer que nos hemos enamorado. Puede que expliquemos con términos bioquímicos lo que nos sucede: segregación de dopamina en el hipotálamo. Podemos explicar lo que nos dé la gana, pero es algo que se siente o no se siente y eso escapa a la razón.

Así que todo aquello que se escapa a la razón, en aquellos casos en que únicamente la razón impera, deja de existir. No podemos expresarlo ni imaginarlo, por lo tanto, deja de existir. Sabemos perfectamente que no es así, pero hemos desarrollado un sistema perfectamente diseñado para excluir todo aquello que se escapa de lo racional y una vez tras otra insistimos en definirlo con lenguaje.

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