De Jordi Sierra i Fabra
Ilustración de Isabel Tornet |
Franz Kafka se encontró con una niña en el parque al que iba a caminar todos los días. La niña lloraba desconsolada porque había perdido su muñeca. Ayudó a la niña a buscar la muñeca, aunque no tuvieron éxito. Quedaron al día siguiente para seguir buscándola.
Como no la habían encontrado, Kafka inventó ser cartero de muñecas y le entregó una carta “escrita” por la muñeca donde le decía a la niña que no llorase su ausencia, que había salido de viaje a ver mundo:
- "Te escribiré mis aventuras ." - concluía la carta.
Este fue el comienzo de muchas cartas.
Cuando él y la niña se reunían, él le leía las cartas que escribía de aventuras imaginarias de la muñeca. La niña quedaba así consolada.
Kafka se puso enfermo y tuvieron que poner fin a sus encuentros. Le regaló una muñeca con una carta. La muñeca obviamente era diferente que la muñeca original. La carta explicaba que los viajes la habían cambiado.
Años más tarde, la chica ahora crecida, encontró una carta metida en una grieta desapercibida dentro de la muñeca que decía:
- "Cada cosa que amas, es muy probable que la pierdas, pero al final, el amor volverá de una forma diferente"
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