Extraído de la revista Integral
A finales de los años sesenta, el doctor Alfred Tomatis fue llamado a investigar el malestar inexplicable que sufrían unos monjes benedictinos. Poco después del Concilio Vaticano II, los hermanos habían comenzado a sentirse inquietos, fatigados y algo deprimidos. Si bien los monjes estaban nerviosos por las reformas teológicas y las nuevas rutinas, sus síntomas físicos no tenían ninguna causa conocida. Después de llegar a la abadía y encontrarse con setenta de los noventa monjes “tumbados en sus celdas como trapos mojados”, Tomatis ofreció su diagnóstico: su estado era la consecuencia de haber eliminado varias horas de canto gregoriano de su rutina diaria. Antes, toda la comunidad se reunía ocho o nueve veces al día a cantar durante diez o veinte minutos seguidos. Tomatis le dijo al abad que volvieran a cantar tanto como antes. A los seis meses, los monjes se habían recuperado.
ESCUCHAR LA PROPIA VOZ
Da casi igual si se canta gregoriano, se entonan mantras budistas o se repite el zhikr de los sufís de Oriente Medio. Tampoco importa si se entiende el significado de las palabras, ni siquiera que lo tengan. Hay algo agradable y beneficioso en la repetición de sílabas y en hacer sonidos sin sentido.
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A finales de los años sesenta, el doctor Alfred Tomatis fue llamado a investigar el malestar inexplicable que sufrían unos monjes benedictinos. Poco después del Concilio Vaticano II, los hermanos habían comenzado a sentirse inquietos, fatigados y algo deprimidos. Si bien los monjes estaban nerviosos por las reformas teológicas y las nuevas rutinas, sus síntomas físicos no tenían ninguna causa conocida. Después de llegar a la abadía y encontrarse con setenta de los noventa monjes “tumbados en sus celdas como trapos mojados”, Tomatis ofreció su diagnóstico: su estado era la consecuencia de haber eliminado varias horas de canto gregoriano de su rutina diaria. Antes, toda la comunidad se reunía ocho o nueve veces al día a cantar durante diez o veinte minutos seguidos. Tomatis le dijo al abad que volvieran a cantar tanto como antes. A los seis meses, los monjes se habían recuperado.
ESCUCHAR LA PROPIA VOZ
Da casi igual si se canta gregoriano, se entonan mantras budistas o se repite el zhikr de los sufís de Oriente Medio. Tampoco importa si se entiende el significado de las palabras, ni siquiera que lo tengan. Hay algo agradable y beneficioso en la repetición de sílabas y en hacer sonidos sin sentido.
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Comentaris
Si además crees que ese canto tiene algún beneficio místico para ti, sólo el hecho de creerlo te aportará un tercer beneficio.
¿Qué más se puede pedir?
Me voy a cantar con mi guitarra, hoy: Antònia Font :)
¿Ya has vuelto?
( Aunque de "retruc", a todos los beneficios citados anteriormente...
podríamos añadir que en el caso de no hacerlo demasiado bien.. nuestra
madre naturaleza será l agran beneficiada.. y de "requeterretruc"
nosotros mismos.. ;-))
OHHH SOLE MÍO.... !!!!! :-)))