Llevo un tiempo relacionándome con personas excepcionales. Aparentemente normales: con miedos, problemas, dolores de cabeza o de barriga; pero, por un motivo u otro, llaman mi atención y destacan entre las otras. Me preguntaba qué las hacía diferentes, qué las transformaba en personas admirables y porqué acabamos buscamos su compañía.
Durante una caminata en Picos de Europa, me acerqué a una de esas personas y la observé detenidamente durante un mes. Llamó mi atención desde el principio, no sabía demasiado bien porqué. Escalando tenía miedo, sudaba al caminar y al finalizar el día olía mal. Pero tenía algo diferente, sonreía y animaba a todas las personas que se le acercaban. Cuando las personas a su alrededor hablaban, ella permanecía atenta, como engullendo y tratando de entender qué necesitaban. Era muy positiva, con una sonrisa siempre a punto en sus labios; pero a parte de eso no tenía nada más especial.
Al poco tiempo, me di cuenta que no sólo yo me había fijado en ella. Había más gente alrededor que la buscaba. Ella ni se daba cuenta de su singularidad y poco a poco, personas venidas de todos los puntos del planeta ya sabían quien era, como se llamaba y donde encontrarla. Eran pocos los momentos que se quedaba sola.
No entendía qué la hacía diferente. Muchas veces, ella se limitaba a escuchar. Pero en apariencia, absolutamente normal. Días más tarde de estar en su compañía, escuché una canción que me inspiró.
Os transcribo aquí la letra que me llamó la atención:
"Aquí no se trata de exigir,
se trata de vivir tu vida
y no temer tener que elegir.
Ya ves, lo tengo claro,
no sé porque coño te resulta tan raro.
Hay quienes no preguntamos,
simplemente nos lanzamos
agarrando al toro por los cuernos,
atreviéndonos a viajar por los tiempos,
en el recuerdo siempre llevamos a nuestros muertos
y dejamos amantes en cada puerto."
>>
Eso es lo diferente, eso es lo que hace excepcionales a personas anónimas, iguales que tú y que yo. Se lanzan, se atreven a transgredir, se atreven a superar su miedos, a imaginarse las cosas de otra manera y se permiten el lujo de experimentarlo.
Se imaginan los pasos de una vía de escalada y piensan que pueden hacerlo y lo intentan, pero no lo intentan para decirse que lo han probado, lo intentan dándolo todo, poniendo todo su empeño. No temen tener que elegir, no temen salirse de lo que se espera de ellas, no temen qué pensará la gente o si están solas o acompañadas y si lo temen, eligen la opción que mejor les parece, pero sin prejuicios.
Son personas con miedos, claro que sí. Pero no se quedan paralizadas ante él. Esa persona que conocí, tenía miedos y muchos. Pero no tenía ningún reparo en compartirlos, en explicarlos, en reconocerlos. Eso la hacía diferente. Era igual de vulnerable ante sus miedos, pero tenía el don de reconocerlos al instante en las otras personas y, a su vez, en ella misma. No tenía miedo en exhibir sus vulnerabilidades, en pronunciar las palabras que ella misma se decía a sí misma para superar esos miedos y eso la convertía en una mujer fuerte. Eso la hacía diferente, eso la convertía en excepcional.
De vez en cuando, transgredía sus propios límites y parecía que sus ojos destelleaban energía. También tenía días grises, días mediocres en los que sus miedos la limitaban. Pero sus mismas palabras, aquellas que pronunciaba para las otras personas y quizá para ella misma, eran las que la convertían en alguien excepcional.
Gracias O. por tus maravillosas charlas hasta las tantas de la mañana. La bruja de la Hermida sigue viajando con su escoba, quizá pronto a encontrarte.
Durante una caminata en Picos de Europa, me acerqué a una de esas personas y la observé detenidamente durante un mes. Llamó mi atención desde el principio, no sabía demasiado bien porqué. Escalando tenía miedo, sudaba al caminar y al finalizar el día olía mal. Pero tenía algo diferente, sonreía y animaba a todas las personas que se le acercaban. Cuando las personas a su alrededor hablaban, ella permanecía atenta, como engullendo y tratando de entender qué necesitaban. Era muy positiva, con una sonrisa siempre a punto en sus labios; pero a parte de eso no tenía nada más especial.
Al poco tiempo, me di cuenta que no sólo yo me había fijado en ella. Había más gente alrededor que la buscaba. Ella ni se daba cuenta de su singularidad y poco a poco, personas venidas de todos los puntos del planeta ya sabían quien era, como se llamaba y donde encontrarla. Eran pocos los momentos que se quedaba sola.
No entendía qué la hacía diferente. Muchas veces, ella se limitaba a escuchar. Pero en apariencia, absolutamente normal. Días más tarde de estar en su compañía, escuché una canción que me inspiró.
Os transcribo aquí la letra que me llamó la atención:
"Aquí no se trata de exigir,
se trata de vivir tu vida
y no temer tener que elegir.
Ya ves, lo tengo claro,
no sé porque coño te resulta tan raro.
Hay quienes no preguntamos,
simplemente nos lanzamos
agarrando al toro por los cuernos,
atreviéndonos a viajar por los tiempos,
en el recuerdo siempre llevamos a nuestros muertos
y dejamos amantes en cada puerto."
>>
Eso es lo diferente, eso es lo que hace excepcionales a personas anónimas, iguales que tú y que yo. Se lanzan, se atreven a transgredir, se atreven a superar su miedos, a imaginarse las cosas de otra manera y se permiten el lujo de experimentarlo.
Se imaginan los pasos de una vía de escalada y piensan que pueden hacerlo y lo intentan, pero no lo intentan para decirse que lo han probado, lo intentan dándolo todo, poniendo todo su empeño. No temen tener que elegir, no temen salirse de lo que se espera de ellas, no temen qué pensará la gente o si están solas o acompañadas y si lo temen, eligen la opción que mejor les parece, pero sin prejuicios.
Son personas con miedos, claro que sí. Pero no se quedan paralizadas ante él. Esa persona que conocí, tenía miedos y muchos. Pero no tenía ningún reparo en compartirlos, en explicarlos, en reconocerlos. Eso la hacía diferente. Era igual de vulnerable ante sus miedos, pero tenía el don de reconocerlos al instante en las otras personas y, a su vez, en ella misma. No tenía miedo en exhibir sus vulnerabilidades, en pronunciar las palabras que ella misma se decía a sí misma para superar esos miedos y eso la convertía en una mujer fuerte. Eso la hacía diferente, eso la convertía en excepcional.
De vez en cuando, transgredía sus propios límites y parecía que sus ojos destelleaban energía. También tenía días grises, días mediocres en los que sus miedos la limitaban. Pero sus mismas palabras, aquellas que pronunciaba para las otras personas y quizá para ella misma, eran las que la convertían en alguien excepcional.
Gracias O. por tus maravillosas charlas hasta las tantas de la mañana. La bruja de la Hermida sigue viajando con su escoba, quizá pronto a encontrarte.
Comentaris
¡Un besazo! ¡A ver si nos vemos pronto!
Quizás te encontraste con uno de ellos..un amarillo.. que suerte... ;-)))
No conozco ese libro, habrá que leerlo para identificar amarill@s.
;D