Adaptación de Reflexiones de Coctelera de Mency Marrero
Existen tres clases de plenitudes:
- La plenitud del vaso, que retiene y no da.
- La del canal, que da y no retiene
- Y la de la fuente, que crea, retiene y da.
Hay muchas personas-vaso: se dedican a almacenar virtudes o ciencia, lo leen todo, coleccionan títulos, saben cuanto pueda saberse. Pero terminan su tarea cuando han concluido su almacenamiento: ni reparten sabiduría ni alegría. Tienen, pero no comparten. Son magníficas y magníficamente estériles. Son simples servidoras de su egoísmo.
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También hay personas-canal: se desgastan en palabras, se pasan la vida haciendo y haciendo cosas. Padecen la neurosis de la acción, tienen que hacer muchas cosas y todas de prisa. Creen estar sirviendo a las demás personas, pero su servicio, es a veces, un modo de calmar sus picores de alma. Dan y no retienen. Y después de dar, se sienten vacías.
Qué difícil es, en cambio, ser persona-fuente, gente que da de lo que ha cultivado su alma. Reparte como el fuego, encende la llama de la persona vecina sin disminuir la propia, porque recrea todo lo que vive y reparte todo cuanto ha recreado. Da sin vaciarse, riega sin decrecer, ofrece su agua sin quedarse secos.
Existen tres clases de plenitudes:
- La plenitud del vaso, que retiene y no da.
- La del canal, que da y no retiene
- Y la de la fuente, que crea, retiene y da.
Hay muchas personas-vaso: se dedican a almacenar virtudes o ciencia, lo leen todo, coleccionan títulos, saben cuanto pueda saberse. Pero terminan su tarea cuando han concluido su almacenamiento: ni reparten sabiduría ni alegría. Tienen, pero no comparten. Son magníficas y magníficamente estériles. Son simples servidoras de su egoísmo.
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También hay personas-canal: se desgastan en palabras, se pasan la vida haciendo y haciendo cosas. Padecen la neurosis de la acción, tienen que hacer muchas cosas y todas de prisa. Creen estar sirviendo a las demás personas, pero su servicio, es a veces, un modo de calmar sus picores de alma. Dan y no retienen. Y después de dar, se sienten vacías.
Qué difícil es, en cambio, ser persona-fuente, gente que da de lo que ha cultivado su alma. Reparte como el fuego, encende la llama de la persona vecina sin disminuir la propia, porque recrea todo lo que vive y reparte todo cuanto ha recreado. Da sin vaciarse, riega sin decrecer, ofrece su agua sin quedarse secos.
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