Somos entes holísticos compuestos por materia física, una parte mental o racional y por la espiritualidad. Podemos funcionar inhibiendo o potenciando alguna de estas partes que nos conforman, pero si pretendemos fluir siendo un ente completo, todas esas partes deben manifestarse y confluir.
Yendo a escalar con una nueva compañera, se burlaba de mí acusándome de Illuminati. Intentando justificar la necesidad de entrar en contacto con la naturaleza y de explicar mis malas sensaciones ante la masificación de las zonas de escalada, entendí lo que en realidad me sucede cuando la espiritualidad no me acompaña.
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Ese estado de concentración, de calma, de unión con la roca desaparece cuando se impone la racionalidad o el físico. Evidentemente, si estoy fuerte, debo encadenar y debo escalar bien. Eso es lo que me dice mi mente. Pero, a mí, eso no me pasa nunca si salgo del plafón. La resina no me sienta bien. Debo de ser demasiado racional y la mente se impone a ese estado de serenidad necesario para fluir por la roca. De hecho, sólo fluyo cuando no pienso, cuando sólo estamos la roca, el entorno y yo dejo de existir o empiezo a existir en unidad con todo lo que me rodea. De hecho, se trata de dejar se sentir que me rodean cosas o personas y empezar a sentir que formas parte del todo y que tú no existes sin ese todo.
¿Cuántas veces he bajado de una vía con la sensación de no haber hecho fuerza y en realidad estaba extasiada? En el absentismo de tu propio ser, en un estado de integración en el cual nada importa: ni el ruido de la gente ni la temperatura ni la persona que te asegura ni los nervios ni la fuerza ni la técnica es significativo; escalas sin tener conciencia de la presión, la fuerza o la colocación necesarias de cada movimiento. Simplemente haces exactamente lo que toca en cada momento, de una forma despreocupada e inconsciente.
Todo importa y todo confluye; pero sin darte cuenta, inicias una danza que te conduce por la roca sin pensar en ningún movimiento, sólo concentrada en continuar. Esa es la diferencia de las personas que creemos que la espiritualidad es importante para escalar y aquellas que no lo creen.
Desconozco si la memorización de las rutas sirve para esa estado de fluidez, quizá alguien me lo pueda aclarar. Lo que sí sé es que para mí la escalada sigue siendo una metáfora de la vida y puedo forzar cualquier situación con memoria, con trabajo, con razón o con sentimiento. Pero si las cosas no fluyen, no tiene sentido insistir, se acaban convirtiendo en una obligación que antes o después abandonaré.
No quiero decir con esto que no deba entrenar, que no deba forzar la memoria o repetir las rutas. Pero los encadenes no dependerán sólo de una de esas cosas, para escalar bien y disfrutar es necesario ser una Illuminati.
Como se dijo E. yendo a impartir una clase a unos adolescentes conflictivos: "Formo parte del todo y yo soy mi alumnado y mi alumnado soy yo. El conocimiento está en nosotros, no tengo porqué asustarme"
¡Gracias a las dos por hacer confluir mis pensamientos en esa dirección!
Comentaris
http://petitcalfred.wordpress.com/?s=zen+y+escalada&submit=Ir
Los escribí hace poco y los encuentro cercanos a tus reflexiones.
Saludos
En este blog ya se comentó una vez que el aprendizaje de cualquier arte se puede categorizar en cuatro fases.
Y que sólo en el cuarto estadio se puede realizar una ejecución que se pueda considerar “fluida”.
Leyendo a Herrigel en su “Zen en el arte del tiro con arco” (la biblia de toda aplicación del Zen a un arte) nos parece querer hacer llegar la misma idea:
“Si todo depende de que, olvidados por completo de nosotros mismos y libres de toda intención, nos adaptamos al acontecer, entonces su ejecución exterior tiene que desarrollarse con espontaneidad, precindiendo de toda reflexión directriz y controladora”
Es decir, de forma inconsciente, en el cuarto estadio de la competencia.
Es por ello que el fluir exige siempre previamente de una tremenda capacidad técnica en el arte del que se trate. No se puede fluir en un arte que no se domine técnicamente a la perfección. Primero tienes que escalar de forma perfecta casi inconscientemente, luego fluir.
No podemos pretender fluir en una vida de escalada si en cada movimiento debemos reflexionar sobre si el canto bueno es aquel o aquel otro o si la cadera se debe girar a izquierda o derecha o de si la cinta se pone así o asá oo donde va el pie o de si lanzaremos a ese canto o no porque tenemos miedo a caer y que el compañero no nos pare la caida.
Es también por ello que es más fácil fluir en una via ensayada hasta la saciedad que en una via a-vista, puesto que los requerimientos de reflexión se reducen al mínimo y al igual que el arquero zen, los movimientos han sido asimilados a la perfección y la mente consciente no necesita jugar ningún papel, aparte de que reducimos la angustia de lo desconocido que nos potencia el miedo a la caida o al fracaso.
Fluir en una via a-vista de nuestro grado límite podría considerarse el nivel más alto de maestría en el arte de la escalada (independientemente del grado de esa via) y su maestría será más alta cuanto mayor sea su complejidad técnica y su exposición (dificultades mentales ambas).
¡Por eso no me gusta ensayar! Pero ensayar me sitúa fuera de mi zona de confort y esa autoprueba me está ayudando a entender las cosas de forma distinta.
¡Gracias!
Por cierto..
SATORI... la palabra satori describe un estado de armonía entre el cuerpo, la mente y las emociones...
Literalmente la palabra significa "Comprensión"... aunque es un término japonés que designa la iluminación en el budismo Zen...
No dejes de fluir y gracias por tú visita..;-)))