Un sabio que se recluía durante parte del año a escribir y pensar en una casa en la playa, en una de sus caminatas, observó a un joven que se agachaba para recoger algo y tirarlo al mar, sistemáticamente una y otra vez.
El sabio se acercó y se dirigió a él:
-Buenos Días, ¿Qué está haciendo?
El joven respondió:
- Arrojo estrellas de mar al océano, hay sol y la marea está bajando, si no las arrojo al mar morirán.
- Pero joven, no se da cuenta de que hay miles de kilómetros de playa y miles de estrellas? ¿Realmente piensa que su esfuerzo tiene sentido?
El joven lo escuchó con atención, luego se agachó, recogió otra estrella y la lanzó mas allá de las olas.a
- Para esta sí tuvo sentido, contestó.
El sabio un poco molesto por la respuesta volvió a su casa a escribir, pero no podía dejar de pensar en las palabras de aquel joven obstinado.
Al día siguiente, se levantó y fue a la playa donde nuevamente encontró al joven y se pasó el resto del día arrojando estrellas al océano. Claro, había comprendido que el joven había aceptado que no podía salvar todas las estrellas, pero tampoco había renunciado a dejar su huella y salvar todas las estrellas que pudiese. Había decidido dejar de ser un mero observador y había pasado a la acción.
Los pequeños actos ayudan a mejorar. Es mucho más que no hacer nada.
Si deja de ser un obsevador y participa activamente no sólo aprenderá para ser efectivo sino que dejara su huella como el joven de las estrellas de mar.
El sabio se acercó y se dirigió a él:
-Buenos Días, ¿Qué está haciendo?
El joven respondió:
- Arrojo estrellas de mar al océano, hay sol y la marea está bajando, si no las arrojo al mar morirán.
- Pero joven, no se da cuenta de que hay miles de kilómetros de playa y miles de estrellas? ¿Realmente piensa que su esfuerzo tiene sentido?
El joven lo escuchó con atención, luego se agachó, recogió otra estrella y la lanzó mas allá de las olas.a
- Para esta sí tuvo sentido, contestó.
El sabio un poco molesto por la respuesta volvió a su casa a escribir, pero no podía dejar de pensar en las palabras de aquel joven obstinado.
Al día siguiente, se levantó y fue a la playa donde nuevamente encontró al joven y se pasó el resto del día arrojando estrellas al océano. Claro, había comprendido que el joven había aceptado que no podía salvar todas las estrellas, pero tampoco había renunciado a dejar su huella y salvar todas las estrellas que pudiese. Había decidido dejar de ser un mero observador y había pasado a la acción.
Los pequeños actos ayudan a mejorar. Es mucho más que no hacer nada.
Si deja de ser un obsevador y participa activamente no sólo aprenderá para ser efectivo sino que dejara su huella como el joven de las estrellas de mar.
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