“(…) el daño más grande que la cultura patriarcal ha generado en la existencia humana ha sido dar valor de buenas o malas a las emociones. Las emociones no son ni buenas ni malas. El problema surge de nuestra ceguera ante nuestro emocionar, y al no verlas, en el quedar atrapado en ellas. Les decimos a nuestros niños: “controlen a sus emociones”, lo que equivale a decirles: “niéguenlas” y los atrapamos en la ceguera sobre nosotros mismos. Si dijéramos: “mira tu emocionar y actúa consciente de él les abriríamos un espacio reflexivo y los invitaríamos a una libertad responsable (…)”
Humberto Maturana
Escuela Latinoamericana de Coaching
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