Un grupo de jirafas querían recorrer la sabana, su destino era Kiruhura a varios días de camino y con peligros inciertos. Se convocó un consejo para discutir la mejor forma de llegar, habían tantas voces como jirafas y no llegaban a ningún acuerdo. Finalmente, decidieron pedir consejo a otros animales.
Al primero que le consultaron, fue el guepardo que les dijo:
"Id rápidas, recorred el camino a toda velocidad. Evitaréis que los depredadores os vean o os puedan seguir y llegaréis antes a destino"
La opinión de las jirafas todavía se dividió más, algunas defendían esa estrategia, afirmaban que yendo rápido no tendrían problemas ni obstáculos. Las jirafas más ancianas eran reacias a esa solución, pues no todas las jirafas estaban preparadas para correr a toda velocidad.
Así que le pidieron su opinión al hipopótamo y éste les aconsejó:
"Id a vuestro ritmo, no ceséis de caminar y si algun depredador os ataca; os agrupáis y os defendéis"
Las jirafas consideraron esa posibilidad, pero pronto los más débiles pensaron que los hipopótamos eran mucho más resistentes que ellas. Esa no era una buena opción.
No sabían cómo llegar a Kiruhura y el tiempo apremiaba, se avecinaba el verano que secaba el recorrido y lo dejaba desprovisto de agua y comida. Las más impacientes emprendieron su camino a toda prisa, decidieron prescindir del grupo y sin mirar atrás, cada una escogió el camino que más le convenía.
Otras decidieron que la ruta tenía demasiados peligros, que arriesgaban demasiado y prefirieron quedarse.
El resto del grupo empezó a caminar siguiendo el consejo del hipopótamo, sin prisa pero sin pausa.
De las que partieron a toda velocidad, pronto les llegó el cansancio, algunas caían desfallecidas por el cansancio y eran presa fácil para los depredadores. A otras, la soledad las entristecía e intentaban volver al encuentro del resto de la camada, gastando el doble de energía. Las más fuertes seguían avanzando en su soledad, pero no podían descansar nunca y menos bajar su vigilancia para correr de nuevo, a toda velocidad, si algún peligro se acercaba.
El grupo unido avanzaba, unos asumían la vigilancia cuando el resto avanzaba, otros hacían de avanzadilla para encontrar el mejor lugar para reposar o comer. Así iban recorriendo el camino, paso a paso.
Un día, mientras el grupo dormía, una camada de leones se acercó sigilosamente. Una vigilante alarmó al resto de sus compañeras, pero no sabían qué debían hacer.
Unas recordaron el consejo del hipopótamo, se agruparon e intentaron defenderse. Los leones hambrientos, atacaban ferozmente a las jirafas y pronto calleron, pues ellas no tenían la fortaleza y la piel dura del hipopótamo para embestir a los leones.
Otras, despavoridas, corrieron rápido dejando atrás a sus compañeras y desapareciendo en medio de la sabana. Después de unas horas, desorientadas; caían al suelo desfallecidas.
Sólo las que tuvieron fuerzas para esprintar y se preocupaban por sus compañeras sobrevivieron. Unas se ayudaban a las otras y con sus largas patas avanzaban a toda prisa. Cuando alguna jirafa débil quedaba atrás, otra más veloz provocaba a los leones que la perseguían hasta que caían extenuados y sin fuerzas de ir a por las más débiles.
Después de ese día, el camino transcurrió sin más percances. Aunque de vez en cuando encontraban huesos de jirafas por el camino seguramente presa de los leones.
Finalmente llegaron a su destino. Las habitantes de Kiruhura les preguntaron por sus hazañas y por el resto de compañeras. De algunas no sabían nada, de otras sabían que habían sido víctimas de los leones y les explicaron la aventura tal y como sucedió.
Puede que los primeros 1000 metros, seamos capaces de esprintar. Pero si nos no preocupamos de los demás y de lo que dejamos atrás, nuestro futuro es incierto.
Puede que seamos fondistas y que mantengamos un ritmo constante, pero en algunos momentos de dificultad, debemos tomar conciencia y tener fuerzas para correr a toda velocidad sin perder el rumbo ni a nuestros compañeros.
Al primero que le consultaron, fue el guepardo que les dijo:
"Id rápidas, recorred el camino a toda velocidad. Evitaréis que los depredadores os vean o os puedan seguir y llegaréis antes a destino"
La opinión de las jirafas todavía se dividió más, algunas defendían esa estrategia, afirmaban que yendo rápido no tendrían problemas ni obstáculos. Las jirafas más ancianas eran reacias a esa solución, pues no todas las jirafas estaban preparadas para correr a toda velocidad.
Así que le pidieron su opinión al hipopótamo y éste les aconsejó:
"Id a vuestro ritmo, no ceséis de caminar y si algun depredador os ataca; os agrupáis y os defendéis"
Las jirafas consideraron esa posibilidad, pero pronto los más débiles pensaron que los hipopótamos eran mucho más resistentes que ellas. Esa no era una buena opción.
No sabían cómo llegar a Kiruhura y el tiempo apremiaba, se avecinaba el verano que secaba el recorrido y lo dejaba desprovisto de agua y comida. Las más impacientes emprendieron su camino a toda prisa, decidieron prescindir del grupo y sin mirar atrás, cada una escogió el camino que más le convenía.
Otras decidieron que la ruta tenía demasiados peligros, que arriesgaban demasiado y prefirieron quedarse.
El resto del grupo empezó a caminar siguiendo el consejo del hipopótamo, sin prisa pero sin pausa.
De las que partieron a toda velocidad, pronto les llegó el cansancio, algunas caían desfallecidas por el cansancio y eran presa fácil para los depredadores. A otras, la soledad las entristecía e intentaban volver al encuentro del resto de la camada, gastando el doble de energía. Las más fuertes seguían avanzando en su soledad, pero no podían descansar nunca y menos bajar su vigilancia para correr de nuevo, a toda velocidad, si algún peligro se acercaba.
El grupo unido avanzaba, unos asumían la vigilancia cuando el resto avanzaba, otros hacían de avanzadilla para encontrar el mejor lugar para reposar o comer. Así iban recorriendo el camino, paso a paso.
Un día, mientras el grupo dormía, una camada de leones se acercó sigilosamente. Una vigilante alarmó al resto de sus compañeras, pero no sabían qué debían hacer.
Unas recordaron el consejo del hipopótamo, se agruparon e intentaron defenderse. Los leones hambrientos, atacaban ferozmente a las jirafas y pronto calleron, pues ellas no tenían la fortaleza y la piel dura del hipopótamo para embestir a los leones.
Otras, despavoridas, corrieron rápido dejando atrás a sus compañeras y desapareciendo en medio de la sabana. Después de unas horas, desorientadas; caían al suelo desfallecidas.
Sólo las que tuvieron fuerzas para esprintar y se preocupaban por sus compañeras sobrevivieron. Unas se ayudaban a las otras y con sus largas patas avanzaban a toda prisa. Cuando alguna jirafa débil quedaba atrás, otra más veloz provocaba a los leones que la perseguían hasta que caían extenuados y sin fuerzas de ir a por las más débiles.
Después de ese día, el camino transcurrió sin más percances. Aunque de vez en cuando encontraban huesos de jirafas por el camino seguramente presa de los leones.
Finalmente llegaron a su destino. Las habitantes de Kiruhura les preguntaron por sus hazañas y por el resto de compañeras. De algunas no sabían nada, de otras sabían que habían sido víctimas de los leones y les explicaron la aventura tal y como sucedió.
Puede que los primeros 1000 metros, seamos capaces de esprintar. Pero si nos no preocupamos de los demás y de lo que dejamos atrás, nuestro futuro es incierto.
Puede que seamos fondistas y que mantengamos un ritmo constante, pero en algunos momentos de dificultad, debemos tomar conciencia y tener fuerzas para correr a toda velocidad sin perder el rumbo ni a nuestros compañeros.
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