Guía genialmente mediocre

Son las cuatro y media de la mañana. Me despierto. Una mezcla de calor y de inquietud me ha despertado. Ayer estuve de nuevo con la última persona que me obligó a desprenderme del mástil que tanto pensaba que necesitaba.

Quedarme en la rutina, no cambiar, no transgredir ni provocar. Sólo seguir lo que dictan las normas y la sociedad. Permanecer en el hastío de una vida no deseada, pero cómoda. Minimizando los enfrentamientos, los quebraderos de cabeza y preservando la comodidad. Así es como entiendo la descripción de José Ingenieros sobre la mediocridad de las personas.

Hace tiempo que desafío la rutina, hace tiempo que cuestiono las normas. De hecho cuando tenía apenas 10 años me expulsaron del colegio por pedir coherencia y mantenerme firme ante la injusticia. Sí, lo he explicado muchas veces. Ya empiezo a parecer una abuela recordando viejas glorias. Hoy no voy a repetir aquella historia.

Hoy escribo estas letras para explicar que soy mediocre en algunos aspectos y en otros soy una genia. Trato de transmitir y reversionar lo que entiendo de las páginas del libro de Ingenieros y que debería llamarse "La persona mediocre" para evitar discriminación a causa de género. Otro tema del que debería atreverme a escribir algunas cosas.

Vuelvo a la mediocridad y la genialidad. Nuestra sociedad nos empuja a sonreír, a esconder nuestros miedos, nuestras imperfecciones, a esconder lo feo, lo malo... Y yo me pregunto: ¿cómo va a existir lo bueno sin lo malo? ¿Cómo va a existir lo perfecto sin lo imperfecto?
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Así castigada por la sociedad, he arrastrado durante muchos años la tortura de enseñar mi mejor cara y cuando no lo hacía, me sentía culpable, me sentía mal conmigo misma. Cada vez que me saltaba alguna norma - convención social - quedaba agotada. Cada vez que alzaba la voz, me enfadaba, lloraba o simplemente no tenía claro qué me pasaba; tenía que esconderme, aislarme. Esa cara no podía mostrarla. Me habían educado para perseguir la perfección, lo que no me habían enseñado es que la perfección sólo existe en la imperfección y viceversa (como una especie de yin yang).

En ese afán de perfección, cada vez que transgredía, debía ser una transgresión "perfecta", con el vocabulario adecuado, sin generar rechazo, haciéndome aceptar y aceptándome. Eran muchas las veces que mis cambios laborales, por citar un ejemplo que sólo me comprometa a mí, (pasar de un despacho a trabajar en la montaña, de funcionaria a autónoma, de autónoma a gestora de proyectos, de gestora de proyectos a becaria, de becaria a investigadora) provocaban rechazo, críticas, algunas veces admiración. Pero cada cambio conlleva dilemas que agotan.

Lo que yo tenía claro era que no deseaba ser infeliz, que necesitaba el cambio. Cada cambio obliga a cambios en las personas que te rodean y muchas, acomodadas en su rutina, me han señalado con el dedo, me han juzgado, me han criticado o admirado. Pero cada uno de esos cambios me han exigido mucho esfuerzo, lágrimas, quebraderos de cabeza, dilemas internos y dilemas con la sociedad.

Después de superar todos esos cambios con apoyo y muchas veces sin él, el agotamiento es devastador. Necesitas un mástil, necesitas algo donde sujetarte. Confieso que yo buscaba esa seguridad en personas cercanas a mí, buscaba la aceptación de mis cambios en esas personas. Me aferraba y me perdía a mí misma, perdía mi rumbo y me volvía mediocre para buscar la comodidad de una rutina, de algo en mi vida que no fuera a contracorriente.

La falta de aceptación propia y la falta de seguridad en mí misma me cegaban. Exigía a las otras personas lo que en realidad estaba en mi interior. El victimismo y la mediocridad me arrastraban a la autocompasión. Culpaba a las otras personas de su falta de aceptación y apoyo.

Ayer, rodeados de gente y sin poder mantener una conversación como las que solemos tener en la intimidad, volvió a guiarme. No me guió como haría una persona sabia, simplemente fue él, a su manera, con sus miedos y sus inseguridades; pero firme en sus convicciones. Simplemente fue un genio transgresor.

Esos momentos fueron suficientes para apreciar su genialidad. En mi debilidad, me hizo despertar de mi victimismo, me obligó a levantarme de mi autocompasión mediocre.

Las cinco de la mañana y me llega la iluminación. ¡Qué fácil es acomodarse en la rutina! ¡Qué duros son los cambios y cuánta autoaceptación necesaria para sobrellevarlos!

Mi guía no sabe nada de todo esto. O sí. O tal vez. Nunca me lo ha dicho.

Seguro que estoy equivocada y acertada, pues no puedo estar una cosa sin la otra. Lo que sí he aceptado es que me gusta cuestionar las cosas y si no me parecen acertadas, hacer lo posible por cambiarlas. Pero eso cansa y, a veces, algunas parcelas de tu vida las abandonas en lo que Ingenieros llama mediocridad y otras las conduces a la genialidad. Eso es. Mediocridad y genialidad en un equilibrio dinámico que genere caos y complejidad tal y como los define Edgar Morin (Morin, Edgar. "Complejidad restringida, complejidad general". Sostenible?, 2007, núm. 9 p. 25).

No es posible ser genial en todos los aspectos de tu vida. Así que sí soy una genia y, a veces, también una mediocre. ;P

Comentaris

Creo que tienes más de genio que de mediocre, lo digo por tu exposición. A mí me pasa que llega un momento en el que estás de vuelta de todo, esto es, me hago viejo y por tanto me vuelvo pasota en el sentido de que me importan un bledo los formalismos y los que puedan pensar los demás, de manera que también me importa un bledo si transgredo o no, si lo hago siendo comedido o como un elefante entrando en una cacharrería, si provoco o dejo de provocar… me limito a hacer lo que creo oportuno, a decir lo que pienso y a defender mis posiciones, y si me equivoco, rectifico sin complejos y por supuesto, respeto lo que puedan pensar los demás. Ya demostré lo que tenía que demostrar, y ya paso de justificarme para que los demás no se sientan intimidados u ofendidos aunque yo hubiese actuado con todo el respeto del mundo, porque basta que pienses lo contrario que otra persona con todos los respetos para que esta se sienta ofendida por el mero hecho de que no piensas igual.
En cuanto a lo de ser genial full time… no hay genio que no se haya equivocado mil veces antes de acertar, y precisamente, de lo que más se aprende es de los errores. Los genios también tienen sus momentos oscuros, solo hay que echar un vistazo a la historia. Mi padre era un genio, un puto genio, docto, cultivado, con una educación exquisita… en cambio como padre fue mediocre, ya ves. Un placer leerte.
Un saludo Cris
Pekas ha dit…
Francamente.. genial.. !!! ( o era mediocre...??? :-)))

Realmente cierto... uno no puede conocer o reconocer lo hermoso, sino ha valorado y vivido la fealdad... no puedo pretender estar siempre feliz sino he conocido la tristeza.. no quiero ser un genio sin conocer la mediocridad.. sin aceptarla.. sin compartirla...

Creo que tengo más de mediocre que de genio.. aspectos más "oscuros" que iluminados, los voy conociendo, aceptando y YO decidiré
( sin importarme la sociedad ) con que aspectos quiero quedarme y cuales quiero cambiar, mejorar, disfrutar, dar a conocer.. mediocres o genios, aspectos más "positivos" o menos...

Creo que hoy has escrito desde la genialidad... y yo, como mediocre.. me alegro de leerte..
;-))) Un beso enormeeeeeeee...
Cris Pérez ha dit…
JM,

Este post es una confesión y un agradecimiento a una persona que quiero. Ha sido la última persona que he... como decirlo... intentado poseer, como si fuera una cosa, como si fuera mía.

No sé cómo definirla. Todas las palabras que diga la alejan de mí y ya no puede quedarse lejos, pues está en mí. Desde que la conocí, ya forma parte de mí y está ahí. Como todas las personas con las que me relaciono.

El caso es que el otro día volví a coincidir a escalar con D. y me di cuenta de que mentalmente tengo una opinión acerca de lo que debería ser el amor. Hemos tenido alguna conversación con Víctor acerca de ello. Pero cuando me relaciono en pareja, resulta que me acomodo y me dejo llevar, dejo de ser la yo mutante o estática según me parezca, para acomodarme en una rutina y una monotonía.

El caso es que D. me demuestra una y otra vez cómo es un genio y como me gusta, me dejo arrastrar y me acomodo en la mediocridad de una relación. Al igual que yo, huimos de la mediocridad, aunque, a veces, nos dejamos llevar sin querer por ella. Por eso escribía todo ese post.

¡Un placer que te halla gustado!
Cris Pérez ha dit…
¡Hola Pekas!

¡¡Juasjuasjuas!! Para leer todo esto debes poseer un punto de locura y las personas mediocres carecen de ella y si la tienen la esconden avergonzadas.

¡Tú no creo que seas de los que tienen vergüenza!

¿Qué tal las prácticas de Shiatsu? ¿Ya está?

¡Un besazo!


Cris