¿Impaciencia?


¿Por qué la percepción del paso del tiempo es diferente? ¿Acaso no tenemos una vida con un inicio y un final incierto que nos apremia a vivir el instante eterno?

Conversaciones con unas y otras me conducen a reflexionar de forma recurrente en el tiempo; en mi impaciencia; en la inexorabilidad de mi vida con fecha de caducidad imprevista. No me estoy muriendo – que yo sepa, aunque afirmar que no me estoy muriendo podría tratarse de un kōan que mis maestr@s podrían plantearme (desde que nací, me estoy muriendo) – tampoco estoy triste. Sólo siento curiosidad ante la extraña placidez con la que se aplazan decisiones, se esperan momentos oportunos o simplemente se deja agotar el tiempo. La paciencia constituye una espera incomprensible para mí.
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No me considero una consumidora de vivencias cuyo objetivo es agotar el tiempo. Vivo el instante eterno, fluyo y me dejo llevar por los avatares de la vida, evito luchar contra los elementos – eso no significa dejarme llevar a la deriva por las circunstancias que me rodean. Simplemente proyecto mi vida, tengo mis sueños particulares y comunes, los ideo, los imagino, los saboreo y, después de la reflexión, vuelvo a vivir. Me olvido de mis utopías personales y me dedico a fluir por la vida. Un día esa utopía me sorprende y se hace realidad - aunque éste es tema para otro post.

Todos los estímulos externos: sitios, personas, pensamientos, sentimientos, sensaciones y percepciones son nuevos para mí. Nunca he vivido este momento, en este lugar, con esta persona, en este estado. Así que engullo todas esas nuevas experiencias que constituyen la historia de mi vida y que ya no son y que ya no soy. De hecho, desde que empecé este texto y al releerlo mi comprensión sobre lo escrito ya ha cambiado y la misma que lee ya no es la misma que ha escrito.

Me podéis juzgar por lo que he hecho, dicho, escrito o vivido, pero esa no soy yo. Ni siquiera yo soy capaz de describirme sin que la definición de mí misma caduque en el mismo instante en que la finalizo. Vivimos en una realidad cambiante, todas nuestras acciones y no-acciones tienen repercusiones que necesitan compensarse en una especie de equilibrio dinámico.

Detenerme a analizar todas esas repercusiones significaría pasar a la no-acción - remarco todas, ya que analizar algunas sería reflexionar. Esa reflexión también es necesaria, aunque cada persona debe valorar cuanto tiempo decide dedicarle. Personalmente, he conseguido mi propio equilibrio entre acción y reflexión – que también considero acción, por cierto.

Me puedo embotar de actividad y de pensamientos para ralentizar mi vida, para vivir más pausadamente, para adaptarme al ritmo de otras personas que necesitan más tiempo para vivir la misma experiencia que yo absorbo e incorporo a mi inmanencia. Aunque esa no soy yo. No tengo la capacidad de padecer y soportar algo sin alterarme, tampoco tengo la facultad de saber esperar algo que deseo mucho. Ésas son las definiciones que el diccionario de la Real Academia Española recoge como paciencia.

¿Cómo puedo conciliar mi percepción del tiempo con la percepción del tiempo de otras personas? ¿Debo apartarme de forma recurrente para no agotar mi energía en una espera que no es la mía hasta que otras personas lleguen a la acción? ¿Cómo no cambiar en ese tiempo de espera, de retiro o de respeto hacia los ritmos de las otras personas?

Sé que parto de muchas asunciones que no he definido, sé que sin ellas, este texto puede ser incomprensible. También sé que quien tenga dudas u objeciones, puede formularlas o puede guardárselas para sí. Aunque si lo que deseamos es aprender, es el aprendizaje dialógico nos permitirá aumentar ese conocimiento, siempre desprendido de toda intencionalidad.

Comentaris

ha dit…
La definición de paciente de la RAE no me gusta nada.

Mientras necesites la capacidad de padecer no serás paciente, serás mártir.

Mientras seas capaz de hacer cosas pesadas no serás paciente, serás voluntariosa.

Cuando no te importe esperar, serás paciente.

Cuando no te afecte si pasa hoy, mañana o nunca, serás paciente.
Cris Pérez ha dit…
A mí, tampoco.

Coincido con tu definición:
"Cuando no te importe esperar, serás paciente."

Aunque tengo un concepto un tanto diferente de la segunda parte de tu definición: "No te afecte que pase nunca"

Si esperas, quiere decir que esperas que pase, no importa cuando, pero esperas que pase, no importa cómo, pero esperas que pase.

Entonces cuando no pasa, sí te afecta.

Tengo un pequeño dilema aquí: si esperas, estás proyectando expectativas. Yo tengo una filosofía un tanto especial en cuanto a las expectativas y los planes: sólo sirven para cambiarlos, pues pocas veces se cumplen tal y como tú esperas, se cumplen como mejor pueden cumplirse.

Por lo tanto y según lo expuesto, es mejor no tener paciencia, pues si esperas que se cumpla y no se cumple, eso genera frustración.

¡Bufff!! No sé si mis conclusiones son muy "lógicas" o "coherentes".

Sigo reflexionando acerca de ello.
ha dit…
Cierto, si haces planes ya estás pensando en el futuro. Estás construyendo expectativas.

¿Es posible vivir sin planificar nada para mañana? Creo que a menos que seas una ermitaña, la respuesta es no.

Entonces ¿cual es la solución? Pues la idea ya la dices tú misma, no poner unos deseos excesivos en el cumplimiento de lo que esperas del futuro...

La immediatez total (vivo sólo en el presente) no requiere de paciencia alguna, tienes razón. Pero no creo que sea algo que esté a nuestro alcance, es algo reservado a seres superiores como gatos y buddhas. :)

Nosotros queremos vivir nuestro ahora al máximo pero no podemos renunciar a planificar algo el futuro, aunque sea sólo pensar en ponerme el despertador para no llegar tarde mañana a escalar.

Luego la paciencia es necesaria, pero la paciencia con un matiz: Kshanti.
¿el regalo consciente de regalar paciencia?
ha dit…
Lo has expresado de una manera muy bella. Sí.
Pekas ha dit…
"La pacencia es amarga.. pero su fruto es dulce"... ;-)))

Señor.. dáme paciencia.. pero ya.. !!!!!!!!!!! :-)))